Ahora que estamos en el umbral de una nueva temporada, todos tratamos de organizar nuestros entrenamientos y competiciones en función de un gran número de variables. Se trata de competir en todo aquello que nos interesa ó gusta, tratando de conciliar esto con un entrenamiento organizado, coherente y rentable, intentando conseguir que el grado de asimilación de la carga nos posibilite mejorar.
Hay un peligro claro, del que siempre trato de alertar a quien me escucha: el anhelo de la perfección puede generar la sensación de ser tan fuerte que nada puede con nosotros, nada puede derribarnos. La manzana de la tentación de llegar en poco tiempo a ser todo lo que uno, (en una vida) , puede llegar a ser , puede ser irresistible y nuestra tumba deportiva, ¿quién no conoce el caso de más de un deportista que , tentado por el éxito, su arrogancia, y la sensación placentera de mejora constante se quedó un día por el camino, y nunca más se levantó?
El agotamiento físico y psíquico, más otros problemas derivados del sobreentrenamiento como las lesiones, son la causa más frecuente del abandono del deporte. Siempre he defendido la idea de que la práctica deportiva lo es para toda la vida y que, pese a que la necesidad de cumplir retos y sueños nos obliga a planificar nuestros entrenamientos, es necesario el control y la gestión coherentes de la carga de trabajo.
La ley del Sindrome General de Adaptación, debida al fisiólogo canadiense Hans Selye nos habla de ello de forma sencilla. Un ser humano sometido a una carga de entrenamiento responde a ella en tres fases.: 1ª la experimentación de una carga, cuando aplicamos la sesión ó sesiones; esto es una dificultad añadida para nuestro organismo; 2ª el organismo se adapta y asimila la carga; 3ª si la carga o repetición de cargas es excesiva, el organismo se desadapta y llegamos al agotamiento ó sobreentrenamiento.
Los deportistas de semielite ó elite permantemente bordean este nivel, y necesitan de la observación, control y coherencia, (propios ó con la ayuda de un entrenador), para que el entrenamiento no tenga un efecto contrario al deseado.
Hay distintas maneras de controlar la bondad de una carga de entrenamiento dada, ya sean de tipo clinico, científico, empírico... yo os hago una propuesta desde aquí, para que, de forma sencilla, podáis controlar y sacar conclusiones respecto a la carga a la que sometéis a vuestros organismos. Yo la emplee durante años.
Al despertar por la mañana, quedaros echados tranquilamente en la cama durante cinco minutos y luego tómar el pulso. Levantaros, ir a la báscula del baño y pésaros . Registrar pulso y peso. Después de entrenar, volver a pesaros, dúcha , (y estiramientos) y luego si se puede reposar durante quince minutos, tumbado, (sin dormir), y volver a tomar el pulso. Registrar de nuevo el pulso y el peso. Si tu pulso por la mañana es más elevado que el de la mañana anterior, tal vez no has recuperado del todo. Si has bajado bruscamente de peso, esto es también una señal de alarma; las pérdidas de peso deben ser muy progresivas.
Según vayas aproximándote a tu máximo nivel de forma, el pulso y peso después de entrenar deberán aproximarse cada vez más al pulso y peso de por la mañana.
Los datos que vayais almacenando y analizando durante meses y años os darán una información muy importante y sustancial acerca de la evolución del organismo , estado de forma y os ayudarán a conoceros.