lunes, 20 de septiembre de 2010

Parábola del medidor de potencia.

Todavía hay ciclistas y triatletas que desestiman la validez del uso del medidor de potencia en el ciclismo, y prefieren otros tipos de control del entrenamiento.

El desconocimiento, a menudo, lleva a pensar, (tal vez porque damos más importancia al software y a las fórmulas matemáticas farragosas que suelen destilarse en los análisis posteriores al ejercicio, que a los datos netos en si mismos), que lo del medidor de potencia es complicado. Observando y aplicando, nos daremos cuenta que es lo más sencillo del mundo, y que los complicados somos nosotros añadiendo más tecnicismos de los necesarios.

Medir intensidad de trabajo se ha hecho desde los tiempos más remotos en la historia de las técnicas de entrenamiento; medimos intensidad en el velódromo, en la pista de atletismo ó en la piscina, cronometrando tiempos. El tiempo empleado en recorrer una distancia, (metros/segundo) se traduce directamente en velocidad e intensidad de trabajo en relación a las posibilidades del sujeto, siempre que las condiciones de viento, temperatura, humedad... sean tolerables y no influyan determinantemente en el esfuerzo.

Si la velocidad, (y por tanto la intensidad), es excesiva, no llegaremos a completar la distancia requerida a una intensidad dada. Conociendo nuestros límites y aplicando, tanto en entrenamiento como en competición, la intensidad límite para la que estamos dotados, alcanzaremos nuestro máximo rendimiento.


Aplicar la intensidad óptima fue lo que hizo, en la memorable final de los 800 metros lisos de Munich 72 el atleta norteamericano Dave Wottle. Mientras sus rivales afrontaron la prueba a un ritmo más propio de una carrera de 400 metros, Wottle consciente de la necesidad de correr a su ritmo sin suicidarse, hizo el paso de los 400 lisos a 1'' de la cabeza de carrera, después de transitar por los 300 metros aún más alejado de los líderes. Así, su segundo 400, a pesar de ser ligeramente más lento que el primero , fue muchísimo más equilibrado, (de hecho fue equilibradísimo), que el de sus rivales, que pincharon alarmantemente después de correr muy rápido en la primera parte, no aplicando una intensidad realista y acorde con sus posibilidades.

Entrenar y competir a las intensidades óptimas no es nada nuevo y cuando lo hacemos en bicicleta, en recorridos ondulados y quebrados, castigados por el viento, a veces fiándonos de sensaciones subjetivas, echaremos de menos parámetros fiables que nos indiquen a qué intensidad lo hacemos, a falta de las referencias objetivas que podríamos tener en una pista de atletismo ó una piscina.

Aquellos que ignoren esta realidad, tan solo están dando ventaja a los rivales.

5 comentarios:

Riki dijo...

Toalmente de acuerdo...
Como siempre, me encanta tu punto de vista de las cosas...
Saludos!

Alberto dijo...

El grandisimo Yuri Borzakowsky también fue un genio del 800 con la misma táctica...
Esta claro que el medidor de potencia es algo que debiera ser básico para un ciclista profesional!!!

Anónimo dijo...

Cada vez lo tengo mas claro necesito uno.

Pero veo un inconveniente entonces siempre entrenaremos con la misma rueda que competimos.

Como casi todo en esta vida cuestion de presupuesto.

Buen entreno.

Valentino Abrante Segura dijo...

Totalmente de acuerdo, entrenar sin potencia para mí, es como correr con una zapatilla de menos. Un saludo.

Joserra dijo...

Increíble el ejemplo. Desconocía por completo a este atleta y su carrera en Munich.
Los cuatro 200 los pasó como un metrónomo en 26"...Alucinante.